El tiempo, viejo compañero con olor a verbena y vainilla,
intenta regalarme la brisa teñida de infancia...
La primavera juega aparecer en la lluvia de un octubre que quiere reír
Mis pies, raíces viejas, descansan en tu vientre.
Mientras, yo creo, en tu amor.
Ya las medias naranjas se cansaron de buscarse,
Mientras que las nuevas penelopes se roban el rallador.
(Nos desarmamos en las rutinas, armamos algún reloj.)
Y mientras los trovadores se mecen en sus sillones buscando una canción,
las hojas de alguna margarita deshojan las lagrimas de un viejo amor.
El cielo es nuestro por esos minutos que somos antes de ser del viento...
y una nube pasajera nos inventa el instante.
Somos arte...
Pequeños cuerpos que buscan mecerse.
Nombres en voces de otros.
Un salto en el charco, un rayuela al cielo, un libro sin abrir, televisores que se apagan.
("Verte entre la multitud...")