En este viernes gris, en donde el frio decidió volver y me encontró con cafe en mano, se me ocurrió abrir la ventana y dejar que su viento entre en mi habitación, para eliminar el sentimiento de estar encerrada.
Y si, las ciudades a veces producen en mi esa situación de sentirme pequeña, de no saber adonde ir, que hacer, que esperar...
Y en mi celular, miles de canciones creadas para tararear en estos días.
Y miro detrás de la ventana.
O miro detrás del espejo.
¿Que encuentro?
Encuentro esos aromas, veo esos edificios que intentan saludarme en su altura, ruidos que intentan caer en mi oído.
Veo la ciudad, las esperanzas, las frustraciones. Veo algunas ilusiones por nacer, los sueños ancianos
Veo algunos niños corriendo. Pies marcados en el cemento.
Escucho risas cómplices, charlas de amigas, lagrimas sin alientos, abrazos imaginados, espacios vacios.
Encuentro un perro callejero que ofrece su compañía gratis y algunas Penélopes sentadas en las plazas.
Dibujo el verde necesario del día. Esquivo las raíces de aquellos arboles con años, que cada uno tiene su forma particular y ya los reconozco. Veo la multitud, te encuentro a ti.
Escucho alguna música familiar, autos de juguetes que se enredan con la velocidad. El caminar de un viajero que justo paso por acá. Historias cruzadas que se encuentran y desencuentran cada día, cada hora, cada minuto.
Y yo, de este lado de la ciudad.
Con mis libros, mi niñez escondida, mis besos anticipados y esperando que salga el sol.
O que se haga la noche.
y nos encuentre bailando.